El macizo de La Pedriza del
Manzanares, inserto en el corazón de la Sierra del Guadarrama, en el Sistema
Central y perteneciente a la Comunidad de Madrid, es hoy día un lugar de
visita y de parada imprescindible para
todos aquellos que quieran tener un conocimiento adecuado de los paisajes
naturales de esta sierra en concreto y de la Comunidad de Madrid en general.
En la actualidad, cualquier visitante puede recorrer
las veredas, caminos y pistas forestales, debidamente acondicionadas y señalizadas,
de este paraje natural sin parangón con el resto de la Sierra del Guadarrama
con las comodidades que la protección actual por parte de las autoridades
regionales permite. Sendas minuciosamente señalizadas, mapas al pie del camino
que nos indican el lugar exacto en el que nos encontramos, miradores con postes
informativos en el que se incluyen fotos del horizonte montañoso con los
nombres de los picos y las zonas más emblemáticas que desde dichos miradores
pueden contemplarse, una carretera que nos lleva desde la entrada en el macizo
montañoso, a las afueras de Manzanares el Real y donde se ha instalado el
Centro de Educación Ambiental, que asciende hasta los aparcamientos situados al
comienzo de la Pedriza Posterior, donde se encuentran, además de los
aparcamientos, chiringuitos para que el visitante pueda avituallarse para
seguir el camino o simplemente disfrutar de una comida al aire libre en la
contemplación de un paisaje que nada tiene que ver con el de la ciudad, de la
que la mayoría de los visitantes provienen.
Porque ahora, con este tipo de vías de comunicación, no es necesario que
el visitante a la Pedriza posea una forma física mínimamente aceptable para
subir hasta ese punto, sino que hasta allí se dirigen, sobre todo los fines de
semana, una gran cantidad de familias, grupos de amigos y excursionistas ávidos
de consumir la montaña, de fotografiarse en sus riscos o junto a las aguas
recién nacidas del río Manzanares, para poder incrustarlas en sus álbumes
fotográficos donde se acumulan las instantáneas de los numerosos viajes
turísticos que la sociedad de consumo insiste en recalcar como forma de vida
apegada al conocimiento, confundiendo constante y deliberadamente al turista
con el viajero, al conocedor del medio con el visitador compulsivo y adicto a
la fotografía que atestigüe, como si de una inscripción en un pupitre o en la
corteza de un árbol se tratase, un “yo estuve allí” del que poder presumir ante
los amigos y la familia que no han tenido la dicha de visitar estos lugares provocando
una envidia y un sentimiento de emulación en éstos que les hará visitar lugares
para comenzar la competición por ver quién es el que más lugares guarda en su
álbum.
Con otras motivaciones, no exentas de cierta sujeción a la moda, pero con
un gran valor educativo, numerosos
autocares escolares se acercan, durante la semana lectiva, a la Pedriza del
Manzanares a recorrer las partes más transitables y “urbanizadas” para que los
alumnos tengan un contacto real, ahora que casi todos los aprendizajes son
virtuales, de la vegetación y la fauna, de la orografía, de la historia y de la
literatura inspirada en estos paisajes. Los docentes se empeñan en hacer
confluir todas estas disciplinas en una observación directa sobre el terreno,
siguiendo el modelo que comenzó con la Institución Libre de Enseñanza a finales
del siglo XIX y que ha continuado, por lo beneficioso, educativo y divertido
-hoy que hay que divertir enseñando- hasta nuestros días. Es beneficioso ya que
la mayoría de los estudiantes que pertenecen a la gran urbe que es Madrid, no
tienen contacto con el mundo rural y con las montañas debido a que el ocio
promovido por las campañas publicitarias -verdaderas rectoras del modo actual
de comportamiento humano- está más vinculado a su negocio (recuérdese que
negocio no es más que negación del ocio), es decir, a incentivar un ocio
vinculado al consumo, que provoque gasto en el ocioso y beneficio en el
negocio, y este se encuentra, sobre todo, en las nuevas catedrales que son los
centros comerciales. El mercado ha invadido también los recónditos lugares de
la Pedriza del Manzanares, y es común que los estudiantes de bachillerato que
se bajan de los autocares vayan pertrechados con un completo equipo de
excursionista tipo, adquirido en la sección de “Montaña” o “Senderismo” de los
comercios especializados de moda.
Sin embargo, el conocimiento de La Pedriza es muy reciente, y hasta hace no mucho más de cien años, muy pocos eran los que se adentraban por estos
parajes y los que lo hacían eran los habitantes de los pueblos que la rodean,
de Manzanares el Real, El Boalo o Matalpino, con sus ganados. Por ello, es
necesario echar un vistazo a qué es lo que ha ocurrido durante el último siglo
para comprender porqué La Pedriza del Manzanares es hoy un lugar concurrido
además de por las gentes descritas más arriba, por una gran cantidad de amantes
a la montaña, a la geografía, la botánica, la zoología, la historia, la
literatura y la filosofía que, como los pioneros, se sienten atraídos por esta
forma de vida y de conocimiento.
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