Vamos a prestarle
atención a una frase que Herbert Marcuse
nos regala en una obra que lleva por título
El hombre unidimensional escrita en 1964.
La frase en cuestión dice:
“Ante las
características totalitarias de esta sociedad, no puede sostenerse la noción
tradicional de “neutralidad” de la tecnología. La tecnología como tal no puede
ser separada del empleo que se hace de ella; la sociedad tecnológica es un
sistema de dominación que opera ya en el concepto y la construcción de
técnicas”.
Herbert Marcuse es un filósofo alemán asociado a la
Escuela de Frankfurt que vivió desde 1898 hasta 1979.
Escuela de Frankfurt es la denominación que se aplica a un grupo de
pensadores que en 1923 fundaron el Instituto de Investigación Social, vinculado
a la Universidad de Frankfurt. Entre los miembros de la Escuela encontramos,
además de Marcuse, aMax Horkheimer, a Theodor Adorno, Erich Fromm,
historiadores o críticos de arte como Walter Benjamin , Lowenthal o en la actualidad a Jürgen Habermas,
La Escuela de Frankfurt realizó un análisis de
la sociedad opulenta surgida de las sociedades capitalistas basadas en lo que
denominaron racionalidad instrumental
propia de la filosofía analítica, tan potente en aquellos años.
Para explicar esta
racionalidad instrumental, distinguieron entre Teoría tradicional, que analizaba la realidad desde parcelas
concretas evitando cualquier interpretación holística y la Teoría crítica, que sí que elabora una interpretación de la
realidad teniendo en cuenta a toda ella en su conjunto, mostrando tanto las
dimensiones teóricas como las prácticas, aplicando dicho análisis a todo
aquello en lo que el ser humano se ve comprometido: ética, ciencia, economía,
psicología, arte y un largo etcétera cae bajo la lupa que la Escuela de
Frankfurt emplea para comprender la realidad y al sujeto que la conoce.
Los miembros de esta
escuela, manteniendo el ideal de la Ilustración
buscaban la emancipación del ser humano insistiendo en que esta, a pesar de los
avances tecnológicos producidos hasta la fecha, no se había conseguido. Se
hacía necesario liberar al ser humano de la dominación y opresión que las
sociedades actuales habían llevado a cabo sobre los individuos. Esta
emancipación solo podía producirse desde una razón crítica.
Por
eso la escuela denuncia que hasta ahora ha habido una
racionalidad objetiva que entendía la razón como expresión de la
estructura de la realidad, donde había una correspondencia entre razón y realidad, y una razón instrumental, que puede reducirse a simple cálculo de
posibilidades al servicio de fines establecidos desde el exterior de la propia
razón. Desde estos tipos de racionalidad surgirá un ser humano a imagen y
semejanza del sistema, heterónomo y no autónomo, dependiente de elementos
externos a sí mismo y no emancipado.
En el contexto de estas
ideas se circunscribe el pensamiento de Marcuse. En él encontramos además una
síntesis entre el pensamiento Marx y
de Freud.
Marx había puesto el acento en el trabajo
alienado como el garante de la dominación del ser humano. Para Marx el hombre
es esencialmente trabajador y es en el trabajo donde se realiza. En el sistema
capitalista, ni el trabajo ni el producto resultante de su trabajo le
pertenecen, de ahí que esa esencia, lo intrínseco a su propio ser, quede fuera
de él. Solo es posible superar esta alienación aboliendo el trabajo enajenado.
Marcuse comparte con
Marx que en el sistema capitalista, no solo crea productos, sino tipos de ser
humano, crea sujetos para sus objetos, de ahí que se hable de la mercancía como
fetiche. Mercancías que crean falsas necesidades que deben ser satisfechas,
haciendo que esa satisfacción se equipare con la libertad.
Freud había puesto de
manifiesto que gran parte de las actividades que el ser humano realiza las
realiza sin saber por qué las realiza. Pone el punto de mira en los procesos inconscientes que se producen en el
aparato psíquico, impulsos reprimidos que pueden llegar a generar neurosis en
los individuos.
La sociedad es también
un aparato represor de impulsos individuales. El individuo tiene que reprimir
todo aquello que la sociedad en la que vive no acepta. Es lo que Freud explica
a través del principio de realidad y principio del placer, correspondiendo el
principio de realidad a lo que la sociedad permite y el principio de placer a
lo que el individuo anhela, lo permita o no la sociedad.
Tanto en Marx como en
Freud encontramos esta dialéctica, esta confrontación entre lo externo al
sujeto y lo interno o esencial.
Volviendo a la frase
inicial y con lo que hasta ahora hemos señalado, podemos entender a qué se
refiere Marcuse con eso de que “la sociedad tecnológica es un sistema de
dominación”
También aquí es
fundamental tener en cuenta el concepto de razón y cómo se utiliza en la
sociedad tecnológica. Marcuse denuncia que el mundo moderno ha tomado por Razón
solo una de las posibles acepciones que hemos señalado antes, la razón
instrumental o, en su caso, razón tecnológica.
La racionalidad
tecnológica se ha convertido en un sistema de dominio, porque las sociedades
industriales avanzadas han integrado en sí mismas todas las dimensiones de la
existencia de manera que el hombre ha sido anulado por la sociedad. Esta
sociedad ha integrado los opuestos, ha absorbido cualquier oposición, nos ha
convencido de que lo importante es mantener las cosas como están aumentando la
capacidad de consumo. Siempre podríamos estar peor. Esto no es otra cosa que la irracionalidad de
su “racionalidad”
Ni siquiera es
necesaria una dominación violenta, sino una dominación administrada, El
individuo se identifica con la sociedad. Todo es susceptible de convertirse en
mercado, todo tiene un valor de cambio y poco importa el valor de verdad.
Ya no hay dialéctica
porque no hay elementos contrarios que entren en diálogo. No hay contrapeso.
En esto consiste el
dominio de la racionalidad tecnológica, esa parte que ha sido tomada por el
todo. Y esto aparece tanto en las sociedades capitalistas como en el mundo
soviético. Por eso nos dice en nuestras sociedades totalitarias no puede
hablarse de neutralidad de la tecnología. No hay neutralidad que valga porque
la razón tecnológica se ha hecho razón política. En palabras de Marx, la razón
tecnológica es ideología y forma parte de la superestructura o conjunto de
elementos jurídicos, políticos, culturales y demás instituciones que están a la
base de la conciencia social.
Aunque parece no haber
escapatoria, en Marcuse sí que podemos encontrar una salida. Y esta no será
otra que la utopía que el arte representa. El arte será la única forma de
preservar la utopía. Podrá caer esta o aquella utopía concreta pero no la
utopía. En ella reside la esperanza, esa esperanza con la que cierra el libro
del que hemos extraído la frase con la que comenzamos. Walter Benjamin dejó
escrito, según nos recuerda Marcuse que: Solo gracias a aquellos sin esperanza
nos es dada la esperanza.
Hasta aquí hemos visto
lo que la razón tecnológica supone para Marcuse. ¿Qué queda de lo que en 1964
se dijo? ¿Tiene validez actual?
Vivimos en una época en
la que la tecnología ha copado todos los ámbitos de la realidad. Todo lo que
hacemos y somos está mediado por la tecnología. Se ha desarrollado hasta
límites difícilmente imaginables hace unas décadas. Hoy contamos con eso que
hemos denominado Inteligencia Artificial para mediar entre nosotros y las cosas
y para resolver todo tipo de problemas que se nos presenta, desde los de la
vida cotidiana a los complejos. Esto ha hecho que numerosos pensadores se estén
ocupando de estas cuestiones.
Un ejemplo
paradigmático en la actualidad es el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, que se ha pronunciado sobre estas cuestiones en
diferentes obras pero más claramente en la última que ha publicado, No-cosas.
En ella, trata la tecnología y la inteligencia artificial también como sistemas
de dominio. Del Smartphone dice que nos controla y nos programa; que es él el
que nos usa y no nosotros a él; que no solo tiene aspectos emancipadores sino
que su continua accesibilidad no se diferencia de la servidumbre.
Algunos, como el
filósofo alemán Markus Gabriel, han
manifestado sus reticencias al desarrollo de la tecnología fuera de la ética.
Contra el transhumanismo, o mejora
de las capacidades humanas, tanto físicas como mentales, a través de la
tecnología, ha alertado de que lo que de ahí salga ya no será un ser humano, no
será un homo sapiens sapiens. Además, atendiendo a lo que Marcuse ya nos ha
explicado, aplicar la racionalidad tecnológica convierte a la propia tecnología
en fetiche donde los que la producen hacen su negocio a través de la apología
que de esta tecnología hacen.
Podríamos señalar a
muchos más, pero sirva esto de muestra. Lo que sí parece claro que en nuestra
sociedad tecnológica regida por esa racionalidad instrumental, la pregunta por
la tecnología y lo que implica en el desarrollo del modelo humano que se ha
fabricado, es una pregunta de hondo calado filosófico.
Quedan una serie de
preguntas en el aire:
¿Seguimos regidos por
una racionalidad tecnológica en lugar de por una racionalidad crítica?
¿Es inevitable que la
racionalidad tecnológica subsuma cualquier otro tipo de racionalidad?
¿Sigue siendo la
tecnología una forma de dominio, tal como sostiene Marcuse?
¿Sigue teniendo
vigencia en la actualidad el diagnóstico y la propuesta de Marcuse?
¿Podrá la tecnología
emancipar a los seres humanos, liberarles de una vida pegada al trabajo? ¿Por
qué no lo ha hecho hasta ahora?
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