jueves, 30 de diciembre de 2021

Humanidades y Ciencias


Aunque debiera ser un debate superado, como el debate de si predomina la razón o el sentimiento, o el de la mente o el cuerpo, etc., volvemos una y otra vez, en un eterno retorno de lo mismo, a tener que justificar la presencia de las humanidades en los sistemas educativos. El debate, muy simplista en su origen, supone que hay una diferencia radical entre las disciplinas del campo de las humanidades y las del campo de las ciencias, tanto en su forma de estudio como en su relevancia social, concediendo mayor importancia a las ciencias, claro está, que a las humanidades. El debate es simplista porque está fundamentado en un error categorial, a saber, que la interpretación del mundo sólo admite una vía, que a la verdad sólo se llega a través de las ciencias, e incluso, que la verdad es una y es inmutable.

Sin embargo, desde aquí defendemos que la cosa no es tan sencilla. Ciencia y humanidades no son tan separables como nos quieren hacer creer. La realidad permite que nos acerquemos a ella de muchas formas diferentes, poniendo la mirada en aspectos particulares. Como decía Aristóteles, el ser se dice de muchas formas. Ante un paisaje, supongamos las maravillosas vistas que se pueden disfrutar desde “La bola del mundo” en Navacerrada, un geógrafo pondrá su atención en las formaciones montañosas, en la meseta que se divisa; un geólogo tendrá su atención en el tipo de roca que encuentra, en el proceso de formación de las montañas, en la tectónica de placas, etc.; un botánico andará distraído observando el tipo de plantas que allí se encuentran, escasas debido a la altitud; el músico seguirá la armonía del viento, andante, moderato o alegro según la intensidad con la que éste sople; el pintor verá una infinidad de matices de color; el astrónomo determinará la estación del año por la posición del sol o de la luna, el meteorólogo estudiará la temperatura, la presión atmosférica o la formación de las nubes que desde allí se divisan; el esquiador analizará la calidad de la nieve, o se lamentará por su ausencia; el filósofo, si de verdad lo es, es posible que experimente todas las situaciones descritas y muchas más y todos ellos experimentarán un pequeño e inexplicable nudo en el estómago mientras contemplan el paisaje. Todos ellos están mirando lo mismo pero no están viendo lo mismo. Cuantas más miradas incorporemos a nuestro aprendizaje, más veremos, mejores explicaciones encontraremos a lo que nos rodea.

Si lo expuesto anteriormente parece obvio, nos encontramos con un paulatino desprestigio del valor de las humanidades clásicas en el sistema educativo actual, dando preponderancia a los saberes prácticos que las ciencias nos aportan, bajo el presupuesto de que los estudios han de ser útiles para la vida. Realmente, lo que subyace a esta intención, no es más que la adecuación del sistema educativo a la ley de la oferta y la demanda. Hay que recordar que el sistema educativo, tal como hoy lo conocemos, tiene su origen a finales del siglo XVIII y se desarrolla durante el siglo XIX, alcanzando su apogeo en el XX y lo que llevamos de XXI. Está fundamentado en el pensamiento roussoniano, aunque esconde, como el paisaje de más arriba, sus diferentes interpretaciones. La que aquí defendemos es la de que el origen del sistema educativo va de la mano de tres aspectos fundamentales: la fundación de los estados-nación que necesitan armar un discurso que justifique la creación de dichos estados para que llegue a toda la población que lo compone; la expansión del sistema capitalista de producción, que necesita cualificar a sus futuros empleados para que puedan llevar a cabo los trabajos que redunden en el beneficio de los oligarcas del momento, haciendo de la propia escuela una factoría más, una producción en cadena de mano de obra dócil y eficiente; la democracia liberal como forma de gobierno, que necesita la transformación del súbdito en ciudadano, sujeto conocedor de sus propios derechos y deberes.

Según cada momento histórico, las humanidades han ocupado un lugar u otro en los sistemas educativos. A medida que se ha ido desarrollando el capitalismo ha sido necesarios especializar los saberes, dando mayor importancia a los saberes científico-técnicos frente a los humanísticos, ya que el sistema necesita o bien mano de obra especializada en el desarrollo de actividades cualificadas concretas para el continuo progreso y un aumento paulatino del beneficio (el extrañamente llamado crecimiento, imprescindible para el mantenimiento del modelo económico) o bien de mano de obra no cualificada que ejecute mecánicamente los trabajos que no han podido ser supeditados a la máquina. Por ello, se ha ido prescindiendo de todo el armazón que las humanidades proporcionan a las mentes humanas, despojándolas de la capacidad crítica para convertirse en un utensilio más, en un recurso más. Las humanidades hablan de la persona como agente del conocimiento, implican todos los aspectos de esos conocimiento. Al igual que Newton era considerado un filósofo natural en lugar de un científico o Descartes no era considerado matemático sino filósofo, reivindicamos un modelo donde las parcelas de conocimiento no estén en compartimientos estanco sino interrelacionadas, donde las posiciones interesadamente enfrentadas, humanidades vs ciencias, se reconcilien y firmen un acuerdo de mutua colaboración. Si esto se llega a producir, si se produce un trabajo interdisciplinar, rápidamente veremos crecer jugosos frutos sobre robustas raíces. Y esto solo es posible incluyendo una asignatura de Filosofía de la Ciencia obligatoria para todos los estudiantes de la ESO y Bachillerato.

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