jueves, 11 de octubre de 2012

El cine y la producción de realidad. Baudrillard en el cine.



Decía Jean Baudrillard, en una lectura muy recomendable para todos aquellos que quieren pensar un poco en el basamento del mundo en el que vivimos,  que lo que impera en nuestros tiempos es  la simulación de la realidad, el simulacro de la realidad: “La simulación [...]es la generación por los modelos de algo real sin origen ni realidad: lo hiperreal[1] Ya no hay una realidad a la que se puede acercar el científico o el pensador para tratar de saber lo que hay sino que el trabajo de campo se debe hacer sobre lo hiperreal, suplantador de lo real. Baudrillard entiende lo hiperreal como los signos de lo real o aquello que precede a lo real. Estos signos son los que se pueden manipular, entremezclar y se construyen como realidad. Es la realidad producida que se consume como cualquier otro producto fabricado. Y en eso consiste el simulacro, en hacer pasar por real lo hiperreal. Para que esta producción pueda ser llevada a cabo, es necesario que exista un productor. Baudrillard señala a los medios de comunicación como los verdaderos artífices de la fabricación de “realidades”. Los “mass-media” son los que ponen en situación a la masa para consumir determinadas realidades fabricadas. Así, la masa “adquiere”, como si del coche, la casa o de un champú se tratara, la realidad que más le conviene, le interesa o le convence, de modo que sobre esa “realidad adquirida” construye su ideología y su modo de vida, su modo de aproximarse a lo hiperreal que considera real. En esto consiste el simulacro que da título a la obra.

El cine, aunque lo intente ocultar en la oscuridad de la sala, tiene algo de esto. Es simulacro porque llega a construir relatos tan bien elaborados, donde se entrelaza lo visual y lo sonoro, donde se apela a la afectividad del espectador (el que asiste al espectáculo), consiguiendo despertar emociones de amor, ira o tristeza, por decir algunas. Es simulacro porque sabe que el espectador llegará a empaparse (si la película es lo suficientemente aceptable) de las vivencias de los personajes hasta el punto de hacerlas propias (quien no llega a tener sentimientos contradictorios con Juan (Luis Tosar) de Te doy mis ojos[2], o entender las motivaciones para la masacre de William Munny  (Clint Eastwood)  en Sin perdón[3], o sentir la congoja y el desasosiego de los alumnos del Instituto de Columbine con el visionado de Elephant[4]. Es simulacro porque ¡parece tan real en algunas ocasiones!.

Y sin embargo, es un relato más. Un producto guiado por un interés económico, social, político, de denuncia o de entretenimiento sin pretensiones (además de las económicas, se entiende). Pero es un relato de lo real o sobre lo real, fuente de diferentes perspectivas cuya suma, como pretendía Ortega, implica el conocimiento. El cine ayuda a comprender la realidad con sus ejemplos y contraejemplos, ya que tiene la capacidad  de encuadrar aspectos concretos de la realidad que de otro modo podrían pasarnos desapercibidos. El cine, como arte, tiene capacidad de despertar los resortes del raciocinio y de la crítica en el que no se conforma. El cine nos plantea discernir  la diferencia entre realidad y ficción a través de esa realidad producida. El cine nos invita a reflexionar filosóficamente sobre estos aspectos y en nuestra mano e interés está aceptar o no esa invitación y desarrollar las capacidades descritas.

Por estas razones, entre otras, el cine es una herramienta útil en el aula,  para hacer descender a la filosofía del ámbito de lo puramente abstracto, solamente entendible por unos pocos “privilegiados” y llevarlo al terreno de lo cotidiano, de la vida de cada cual, para que el alumno interiorice el motivo por el cual surgen las problemáticas que los filósofos desarrollan, de modo que desde ahí se pueda ir ascendiendo, gradualmente, en la complejidad de las respuestas, propiciando  una base firme que permita reconstruir el pensamiento de cada uno de los autores.





[1] Baudrillard, J. Cultura y simulacro. Ed. Kairós. Barcelona 2008. Página 9.
[2] Bollaín, I. Te doy mis ojos. España. 2003.
[3] Eastwood, C. Sin perdón. EEUU. 1992.
[4] Van Sant, G. Elephant. EEUU. 2003.

No hay comentarios:

Marcuse: El hombre unidimensional y su vigencia

  Vamos a prestarle atención a una frase que Herbert Marcuse nos regala en una obra que lleva por título El hombre unidimensional escrita ...