jueves, 17 de marzo de 2011

Borges en su laberinto

En “El jardín de los caminos que se bifurcan” Borges nos dice: En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts´ui Pên, opta –simultáneamente por todas. Crea, así, diversos porvenires, diversos campos, que también proliferan y se bifurcan, De ahí las contradicciones de la novela. Fang, digamos, tiene un secreto; un desconocido llama a la puerta. Fang resuelve matarlo. Naturalmente hay varios desenlaces posible [...] En la obra de Ts´ui Pên, todos los desenlaces ocurren, cada uno es el punto de partida de otras bifurcaciones. Alguna vez, los senderos de ese laberinto convergen... En este cuento podríamos entender el mundo como un laberinto con una visión laberíntica del ser del mundo y del existir del hombre. Es el laberinto de no saber qué es real y qué es ilusorio. De no saber cómo escoger estos senderos que se bifurcan en el espacio o en el tiempo. Porque la eternidad y el infinito son el reverso de las meditaciones sobre el tiempo y la inconsistencia del mundo. La eternidad entendida como abolición del tiempo es  la pregunta por la salvación o por la condena. La idea de infinito puede ser considerada como consuelo o como pesadilla.

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