Durante años, la Modernidad luchó contra la fe religiosa para explicar la realidad. Ya no valía atribuir a Dios el origen de todas las cosas y el hombre se propuso como tarea investigar aquello que le rodeaba. Fue el embrión del desarrollo de todas las ciencias, que se proponían explicar la realidad desde presupuestos demostrables, haciendo de la observación y experimentación el único camino para llegar a un verdadero conocimiento de la realidad. En la búsqueda de la verdad regida por principios que todo el mundo pudiese constatar se consagró un modelo de conocimiento que intentaba sacar a la humanidad de su estado de ignorancia, la doxa platónica, para llevarla a un estado de conocimiento arraigado en bases científicas. Se trataba de sacar al común de los hombres de su estado de fe en que las cosas eran tal y como la Iglesia las describía para que dieran un paso más y se encaminasen por la senda de saber científico y filosófico. Ejemplos de este giro los encontramos en pensadores como Descartes, Spinoza, Leibniz, Hobbes, Newton, Galileo, Locke, Hume o Kant, que creó escuela con su “atrévete a saber” (sapere aude).
Este ha sido el camino de la Modernidad hasta que el modelo económico actual ha impuesto una regresión a la fe como modo de conocimiento de las sociedades occidentales actuales. Pero ya no se trata de una fe en un Dios creador que nos explique aquello de lo que no encontramos explicación sino de una fe en el propio sistema económico y político. Se trata de creer en las bonanzas de este sistema sin preguntarse las raíces del mismo, de llevar a cabo un acto de fe en la democracia o en el cautivo libre mercado sin valorar si lo que en la actualidad se llama democracia o libre mercado se corresponden con una democracia tal y como teóricamente se ha venido entendiendo desde los tiempos de Pericles o con la posibilidad de que realmente sea posible un mercado libre. Las gentes menos informadas asimilan las ideologías transmitidas desde los nuevos púlpitos que son los medios de comunicación y repiten una y otra vez los dogmas de fe que desde estos medios les llegan hasta convertirlos en “verdades” aceptadas por la mayoría. Los grupos de poder crean discursos asimilables por los pueblos y se los inculcan desde la escuela para que la verdad sea sólo aquella que les beneficia, consiguiendo fieles (feligreses) de su causa. Así podemos ver, una y otra vez, una escena que se repite en todos los países occidentales: personas supuestamente educadas en carísimos sistemas educativos que siguen los ritos de esta nueva religión, donde el rezo más común es algo así como:
La democracia es el peor sistema de
gobierno si exceptuamos a los demás.
Ora pro nobis.
El libre mercado es la única forma
de garantizar el desarrollo de todos los pueblos.
Ora pro nobis.
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