Con esta obra, nos encontramos
con un modo dinámico, ejemplificador y globalizador de hacer una crítica de
arte. Dinámico porque su lectura es fluida y divertida. Ejemplificador porque
nos facilita una cantidad abundante de ejemplos gráficos para la comprensión de
lo que nos dice. Y globalizador porque nos muestra que el arte, como la ciencia
o cualquier otra disciplina que el hombre practique, no puede ser entendida si
no se comprenden todos los factores sociales e ideológicos que los fomentan, avalan
y comercializan. Y es que John Berger, junto con otros cuatro colaboradores, da
ejemplo, con su modo de escribir esta
obra, del compromiso ideológico y político al que llega cualquier autor al afrontar una
obra. Su influencia marxista y su compromiso con esta influencia marca el
desarrollo de su Modos de Ver. Porque lo que John Berger
nos intenta hacer ver es que en la obra de arte, concretamente en la pintura, la
fotografía, el cine y también en televisión, se nos cuenta un modo de ver el
mundo tal y como las clases dirigentes pretenden que sea visto y como ellos
mismos lo ven. Marx y Engels en su obra La ideología alemana lo
expresan así: “Las ideas de la clase dominante son en cada época las ideas
dominantes. Es decir, la clase que constituye la fuerza material dominante en
la sociedad es, al mismo tiempo, su fuerza intelectual dominante. La clase que
tiene los medios de producción material a su disposición tienen al mismo tiempo
el control de los medios de producción mental, de modo que, hablando en
general, las ideas de aquellos que carecen de los medios de producción mental
están sujetos a ella. Las ideas dominantes no son más que la expresión ideal de
las relaciones materiales dominantes”
En
función de este principio se desarrollan los siete ensayos de los que consta el
libro. De los siete ensayos tres están compuestos de imágenes y cuatro de
imágenes y texto. Cada uno de estos cuatro ensayos que contienen texto
desarrolla una idea principal que pretende demostrar el principio del que se
parte. Así, en el primer ensayo, Berger defiende que el modo de ver del artista
influye de manera decisiva en el producto final, esto es, que el objeto
resultante de la labor del artista lleva impresa la mirada de su autor. Todo
aquello que el autor conoce y siente, todo aquello que, en definitiva, el autor
ha vivido, impregna la obra de arte. Pero la influencia del artista (pintor) no
sólo se deja notar en su obra (óleo) sino que también afecta al espectador de
la obra artística. El espectador interpreta este modo de ver del pintor, cómo
capta los objetos representados, porqué los representa de ese modo, porque
representa a esos objetos o a esos personajes y no a otros. En la composición
de una pintura, de una fotografía, de una película, no sólo influye la
habilidad técnica del artista, cómo maneje la paleta o la cámara, sino que
influye su posición social, su dependencia de quien paga o encarga la obra, a
quién va dirigida, a quién no va dirigida. Esto es lo que podríamos llamar la
intención con la que el artista enfoca la obra de arte a la que va a destinar
su tiempo y su trabajo. También es consciente de que el arte se cotiza, da fama
y prestigio, es objeto de mercado. Es el artista el que organiza su escala de
valores en función de aquello que pretende conseguir. Por ello, ese modo de ver
del artista no es más que, con sus matices, el modo de ver de la sociedad a la
que pertenece, de la que forma parte y la que le condiciona. De esta manera,
encontramos una visión de los objetos del arte muy determinada, común a lo
largo de la historia. La visión de la mujer, como Venus con y sin ropa, como
símbolo de pureza y de tentación, de picardía, de lujuria, de maldad o de su
causa ha sido común a los últimos siglos de la Historia del Arte. Lo que de la
mujer se dice en la pintura o en la fotografía es el fiel reflejo de lo que la
mujer simboliza en la sociedad. Incluso la mujer es educada para ser Actor y
Espectador de sí misma. Se sabe observada mientras actúa, por lo que condiciona
su actuación para que esta se adecue a lo que se espera de ella. En un mundo
patriarcal la mujer sabe tener su lado femenino y conservar el masculino. La
mujer se convierte en examinada femenina pero
examinante masculina, porque al
estar también influida por la sociedad en la que vive, saben que el espectador
ideal es el varón, aquel para el que ha ido dirigido el arte desde siempre,
aquel al que ha de agradar y adular. De este modo, en los últimos cinco siglos,
se ha representado en las pinturas y en las fotografías a mujeres como un
objeto más del arte que el hombre consume.
El ejemplo que Berger nos pone como arte que refleja la escala de poder
es el de la pintura al óleo. Lo encuentra como el vehículo perfecto para
mostrar la jerarquía social desde el
Renacimiento y durante toda la modernidad. En ella vemos representada aquello
que el mecenas de la obra quiere que se represente, esto es, sus posesiones, ya
sea de objetos que simbolizan viajes, conocimientos, o simplemente opulencia,
ya sea de terrenos con sus mansiones, ya sea de animales, ya sea de obras de
arte, etc. Este tipo de pinturas sirven para hacer inventario de lo que el
terrateniente tiene, de aquello que da pedigrí a los de su clase. Este tipo de
reflejo del sistema social queda
rebasado por la publicidad actual, que ya no sólo nos muestra aquello que una
clase dirigente y adinerada tiene de facto sino que nos incita mediante unas
técnicas visuales como la que se representa en la pintura al óleo, a estar
insatisfechos a perpetuidad, basándose en un principio milenario que rige la
conducta de los seres humanos, la envidia. La envidia de aquello que otros
tienen y nosotros podríamos llegar a tener si lo compramos. La diferencia es que
en la publicidad, nada sucede a tiempo real, sino que está situada siempre en
el futuro. Nunca dejaremos de desear tener más y más cosas (atendiendo al
principio de tanto tienes tanto vales) que simbolizarán la felicidad. Y además,
poder elegir aquello que uno compra entre una amplia gama de productos
similares contribuye a la sensación de vivir en libertad y democracia, donde
democracia ya no tiene ningún significado político sino que no es más que otra
marca publicitada. De ahí la enorme importancia de la publicidad para la
política, ya que la demanda de los ciudadanos podrá ser creada a través de las
mismas reglas que rigen el mercado. El individuo se ensueña con aquello que
podría llegar a ser olvidando aquello que realmente es.