Una tarea que la ciencia ha sabido llevar a cabo y que la mayoría de las personas dedicadas a la filosofía no ha llegado ni siquiera a atisbar es que la supervivencia de la racionalidad crítica holística que la filosofía práctica solo se puede conseguir tratando de que aquello que se tenga que decir o plantear también tiene que llegar a personas no especialistas, a neófitos interesados e inquietos que no se contenten con los argumentos enlatados que la industria cultural vende en el mercado. Si este punto no se tiene en cuenta, seremos como los esclavos de la caverna platónica que “por discernir con mayor penetración las sombras que por allí pasaban y acordarse mejor de cuáles entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto a otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder”.
Para ello, cualquier aproximación que ponga en boca de la gente cuestiones relacionadas con nuestro quehacer debe ser tenida en cuenta. A menudo se oyen críticas de los filósofos y profesores de filosofía de productos comerciales como “Merlí” o “El mundo de Sofía”, como deformadores de la “verdadera filosofía”. Si el conocimiento que el espectador o el lector tenga de la filosofía se queda ahí, será un pobre balance. Pero no será culpa de él (puesto que ya habría conseguido girar la cabeza hacia los portadores de objetos fabricados y el fuego que produce la sombra) sino nuestra, por no haber sido capaces de ver el cambio producido y comenzar a arrastrarlo hacia cotas más altas de "filosofía verdadera". Es nuestro fracaso no bajar a la caverna, no el de los cautivos. Es ahí donde entramos nosotros en juego, donde debemos hacernos valer.
El ciudadano no filósofo solo puede acabar siéndolo si nos entiende y únicamente podrá hacerlo si nos atiende. Si llegar al rey filósofo se ha demostrado tan imposible como llegar a filósofo rey, el giro deberá consistir en conseguir aumentar el número de ciudadanos filósofos, es decir, ciudadanos capaces de discernir la verdad y la mentira de las informaciones que recibe y los diferentes grados en las que ambas se nos presentan a través de todos los medios de comunicación existentes.
Lo anterior no supone un abandono de la filosofía académica, del trabajo que profesores universitarios e investigadores realizan y que es imprescindible para el desarrollo de nuestra disciplina. No se trata de “esto o aquello” sino de “esto y aquello”, dándole a la cópula todo su carácter engendrador. Son fases que conducen a un mismo objetivo: el mejoramiento de nuestra sociedad sobre la base del discurso racional que la filosofía propone y pone. Es indiscutiblemente necesario continuar con esta labor de investigación y profundización en el análisis de los textos clásicos y no tan clásicos. Es imprescindible que siga habiendo cientos de especialistas en Platón, Aristóteles, Kant, Hegel y un largo etcétera. Es este trabajo conservador del saber el único que nos puede poner en condiciones de realizar una praxis divulgativa de nuestras enseñanzas y aprendizajes. Para divulgar algo tenemos que tener algo que divulgar. De lo contrario, pronto nos veríamos publicando artículos y textos que no serían más que autoayuda o mala filosofía.
¿Qué debemos hacer a partir de lo que ya se ha hecho?
Tal como está la situación con la castración que la LOMLOE supone, necesitamos un plan de acción (de acciones) que nos posibilite ganar presencia social, abarcar mayores capas de ciudadanos que hoy en día están al margen de nuestras reflexiones.
En ello ya se está trabajando desde hace muchos años en las diferentes asociaciones de las que muchos formamos parte: REf, APMF, SEPFI, AAFi y un largo etc. como instituciones, Esperanza Rodríguez, Enrique P. Mesa, Manuel Sanlés, y un largo etc. como promotores y luchadores en esas instituciones nos han enseñado el camino y la forma que estas acciones deben tener. Ahora toca que el resto les resarzamos de la tremenda soledad en la que se han visto en infinidad de ocasiones, aportando todo nuestro saber hacer y capacidad de trabajo para complementar y ampliar sus esfuerzos beneficiándonos de todo su aprendizaje y del bagaje que han ido adquiriendo, sumando nuestras fuerzas a las suyas para que sirvan de inyección que nos vigorice a todos, los recién llegados y los veteranos.
Para continuar y amplificar esta labor que no empieza desde cero, debemos hacer hincapié en la palabra compromiso. Un compromiso que todos nosotros debemos adoptar para con nuestra disciplina y su forma de entender la vida. Y el compromiso puede llevarse a cabo desde la presencia. Tenemos que hacer todo lo que esté en nuestras manos por aparecer en todos los lugares donde sea propicio el debate racional. Estar ojo avizor para que no se nos escape ningún giro de cabeza, ningún brillo del fuego reflejado en la pupila del que gira la cabeza. Solo estando presentes es posible presenciar estos detalles. Desde aquí es posible la movilización nuestra, de las personas con las que dialoguemos, una movilización que tiene que pretender arrastrar a la mayor cantidad de gente posible, no solo a los miembros de la academia o profesores de filosofía de ESO y Bachillerato y algunos alumnos que se sienten comprometidos con nosotros.
LO URGENTE.
Impedir que la Ley Educativa LOMLOE salga tal como aparece en el borrador debe ser la prioridad de lo que hagamos de aquí a enero. Todas las acciones que se han ido definiendo y perfilando (clases en las calles, domingos de twitter, charla en el Paraninfo de la Universidad Complutense, artículos publicados en prensa, performance, entrevistas en radio y televisión…) son iniciativas que nos están dando una gran visibilidad y la posibilidad de exponer argumentos contra la ley y la necesidad de modificarla. Hay que continuar con estas acciones, inventar otras nuevas, las que sean, pues el tiempo juega en nuestra contra.
Pero nuestra labor y nuestro compromiso no puede quedar solo ahí, hasta enero. Tenemos que seguir actuando para que esto no se convierta en un “posible pan para hoy” y un “nos vemos en la próxima ley educativa”. Tenemos que incluir a la mayor cantidad de personas posible si queremos que no sea más que una reivindicación gremial y recurrente. Entre otras acciones que se pueden proponer:
Socratizar, Sartrear la filosofía: Llevar la discusión y el diálogo a las plazas, buscar foros (charlas, conferencias, talleres, debates que pueden celebrarse en bibliotecas, ayuntamientos, centros culturales, librerías, cafés y bares de toda índole…) donde se hable de filosofía y donde se filosofe, sí no con excelencia sí con exceso. De la cantidad irá surgiendo la calidad.
Saturar las redes sociales con discusiones filosóficas en todos los sentidos: cuestionar la propia filosofía, defender su presencia en las aulas.
Inundar las páginas web dedicadas a filosofía con artículos divulgativos, asequibles para un público no especializado que sienta prender la llama de la pregunta que no se deja responder con simplezas.
Volver a los sofistas, a la palabra hablada. Necesitamos que el debate filosófico se lleve a cabo con la ciudadanía, que se discuta frente a frente con nuestros semejantes, que se fuerce al interlocutor a tener que dar razones de sus creencias.
Sugerir a las bibliotecas que frecuentamos la compra de obras filosóficas (os sorprenderías algunos del caso que nos pueden llegar a hacer y es posible que os pidan que elaboréis una lista con títulos recomendables para comprar)
Un etcétera infinito.